Sí. Así es. Hoy cumplo años, hoy es 23 de octubre. Día para celebrar; y porque me aprecias, por eso me atrevo a pedirte un regalo. Lee esta corta nota “D E S P A C I TO”. Será el mejor regalo que me puedas dar. Así de sencillo. Léeme.
Quiero recordarte que más de setecientos millones de personas hoy han estado, están y estarán pendientes de un familiar al que quieren con todo el corazón; lo hicieron, lo hacen o lo harán con el mismo empeño con que lo hacen todos los días. Millones de personas están arropando en este momento a su hijo con parálisis cerebral, para que duerma bien y otras tantas están bañando a una mamá que ya pocas cosas recuerda.
Por las calles del mundo entero, en este instante, el día de mi cumpleaños, millones de hombres y mujeres transitan por un parque, empujando una silla de ruedas haciendo las veces de una fuerza vital que empuja y dirige, que sostiene y que se prepara para llevar a la boca de la persona que aman, alimento y medicina con esperanza.
Muchos cuidadores, en todos los lugares del mundo, en este momento, justo en este instante, abrazan a un familiar con dificultades de salud y tratan de regalarle esperanza, alegría y una posibilidad; pequeña o inmensa, una posibilidad. Leen en voz alta un libro, cocinan un alimento blando, entran a una misa o a una sinagoga, van hacia un cine, comparten su brazo y caminan a lento paso; abren una sombrilla o arreglan el capuchón de la chaqueta de su cuidado para protegerlo del frío.
Pobres o ricos, en cualquier lugar del mundo, ahora mismo, ahora, hay cuidadores orando, de rodillas orando, en un hospital orando, en su trabajo orando, en un avión orando, en un tren, en una ambulancia, en un subterráneo o en un bus. Orando por la salud, por un milagro, por la posibilidad de mejora, por un buen desenlace. Limpian sus lágrimas camino al hospital o las arrastran de su cara porque acaban de recibir un diagnóstico inesperado de esa persona a la que aman.
En muchas Unidades de Cuidado Intensivo, en todas partes del mundo, en este preciso momento, el día de mi cumpleaños, millones de cuidadores se están despidiendo de sus papás, de sus hermanos, de sus esposos y esposas o de sus hijos.
En todos los lugares, en absolutamente todas las ciudades del mundo, en el último rincón del planeta, en este mismo minuto, hay un niño que se vale de una muleta, de un caminador, o de un respirador artificial. Hay millones de seres amados que no pueden controlar sus movimientos, que ya no recuerdan, o que convulsionan sin piedad; que no pueden hablar, que están en plena sesión de quimioterapia o en una cirugía de alto riesgo. Millones de personas en cualquier pueblo del mundo que en este momento, precisamente en este instante, necesitan pararse de sus silla para ir al baño, para comer o para jugar con dificultad.
¿Pero sabes?. En cada lugar del mundo, en todos los lugares del mundo, hoy en mi cumpleaños, justo en este momento, millones de cuidadores sonríen, hacen sonreír, proporcionan bienestar, acompañan, juegan, dan de comer, dan una medicina, hablan de esperanza, abrazan, bañan, caminan con amor empujando una silla, comparten su brazo, dan un beso en la mejilla y oran. Millones de cuidadores, comparten su vida, la duplican, se entregan, se arrodillan, quiebran su espalda por acomodar a su papá en una cama.
Esos cuidadores son el mejor regalo de Dios. Son el mejor regalo en mi cumpleaños.
Señor, hoy en este día especial, te doy gracias por cada uno de esos cuidadores que cuidan a sus familiares. Gracias porque tengo un cumpleaños feliz asegurando, sin temor a equivocarme, que en este justo momento, como una bendición, en este preciso instante, hay millones de personas que ejercen como buenos seres humanos, que sirven a otras que aman y simplemente porque son seres amorosos que silenciosamente cuidan a otros millones de personas que necesitan cuidado y lo hacen sin esperar nada a cambio.
Eso me da esperanza en medio de un mundo descuidado. Que gran regalo.
Gracias por leerme. Solo haz una oración por cada cuidador del mundo en este preciso momento. Ese es el regalo que te pido.
Gracias Dios mío. Gracias.Gracias por cuidarnos y por estar rodeados de tantos valientes cuidadores.
Diego Anzola Chiappe
Gestor de la Alianza para el Cuidado, junto con Delta A. Salud, empresa BIC