Después de convertirme inesperadamente en cuidadora de mi marido a los 46 años, tras resultar herido por una bomba al borde de la carretera en Irak, a menudo pensaba en que ese papel era exactamente lo contrario a ser madre primeriza. El agotamiento, la soledad, el aislamiento y el miedo no tenían ningún lado positivo, no había un entendimiento de que la falta de sueño y la ansiedad serían el precio a pagar por ver crecer y prosperar a un hijo con la alegría de cada nuevo hito.
La única esperanza que tenía como cuidadora era que, con el tiempo, mi marido empezara a mejorar. Lo que más anhelaba era una comunidad: personas que hubieran recorrido este camino antes y pudieran tranquilizarme, animarme y decirme que todo lo que sentía era normal. Necesitaba gente a mi alrededor con la que pudiera relajarme y ser yo misma.
Tomado de: https://www.aarp.org/espanol/recursos-para-el-cuidado/prestar-cuidado/info-2023/grupos-de-apoyo-en-linea/
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