¿Tú también sientes miedo?
El miedo cotidiano, es una condición emocional esencial e importante del ser humano, que en ocasiones se convierte en un bloqueador de las decisiones y en otras en un estímulo para actuar. Sin embargo y cada vez con mayor frecuencia, el miedo penetra nuestras vidas implacablemente haciéndonos daño. Desde la simple ansiedad, esa que te perfora la boca del estómago, hasta la parálisis por pánico, son cosas que coinciden con la somatización de tantas enfermedades recién estrenadas que parecieran ser la defensa que desarrolla irónicamente el organismo para sobrevivir. En negativo, el miedo es una miserable sensación que hasta sueño te produce, te aturde, te confunde y te bloquea. En positivo ese mismo miedo es gasolina para actuar, te dispara, te obliga a moverte y a proceder y eso lo afirman con total seguridad, los que ven la vida con tanto optimismo y que son dueños de una enorme capacidad de resiliencia.
Nos guste o no, siento que el miedo negativo se ha convertido en la otra pandemia del siglo XXI. Confieso que cada vez encuentro más personas que se acercan a mi oficina para pedirme ayuda, víctimas de episodios de miedo por situaciones cotidianas que no pueden resolver. Cada vez más los médicos y los psiquiatras formulan más medicamentos para controlar la desagradable sensación de miedo y la depresión. Pues bien, de alguna manera siento que las personas que lo sufrimos, generalmente estamos atravesando momentos en los que la Incertidumbre y la Inseguridad se vuelven parte del diario vivir. No poder saber lo que va a suceder más adelante, ni estar seguros sobre si tenemos la capacidad o las herramientas necesarias para enfrentar, son condiciones que en ocasiones nos ponen en situación desfavorable. Eso es sencillamente miedo. Incertidumbre e inseguridad. Pero que no nos de pena. La pandemia nos ha disparado el miedo.
En fin, un cerebro como el nuestro, debiera estar preparado para controlar tan amenazante emoción. Pero lo cierto es que pareciera que a tan perfecta máquina, le quedaron grandes los problemas y más que los problemas la cantidad de problemas que brincan de un lado para el otro, minuto a minuto en la carrera desbocada de la vida y de lo urbano. La fatiga de la conectividad rápida, la incertidumbre del contexto cambiante, la preocupación por la seguridad económica, la salud quebrantada, los complejos sociales por no tener o parecer y los retos del confort, son entre otros, caldo de cultivo para vivir atemorizados en una sociedad urbana que dejó de pensar y que se emociona cada vez más.
Parar. Ojo parar. No escaparse. Parar. Eso creo que es lo más recomendable y no necesariamente se trata de parar tu mente. No necesariamente se trata de tomar cursos de parálisis mental. Se trata de ponerla en planos de contexto más verde, más familiares, más espirituales, más distraídos. No hacer nada, pero disfrutarlo sin culpa. Observar sin criticar. Estudiar, leer y conversar. Abrazar el arte. Hacer deporte y no para adelgazar o para fortalecer tu corazón sino para disfrutar tu cuerpo. Reír. Juntarse con gente alegre así sea por internet. Escuchar opiniones. Orar y rezar. Hacer silencio. Saludar y ayudar a otro, puede ser “alegrante”. No tienes que perseguir desesperadamente la tranquilidad aparente del meditador, ni convertirte en monje de clausura. Se trata de hacer conciencia sobre las cosas simples de la vida. Se trata de disfrutar lo que haces y de poner tu mente fuera de la velocidad. Recuerda que orar ayuda muchísimo.
Ponle pico y placa a la vida. Y si te ayuda saberlo, yo también caigo en la trampa del miedo. Es más, miles de encuestas en 10 años me han dicho que más del 98% de los encuestados sienten miedo. Entonces Relájate porque hoy es un día para pensar en lo agradable y lo rentable que es vivir y no sufrir. Piensa que el consuelo de muchos, es maravilloso y para nada es de tontos.
Pero…quién dijo miedo. Compártelo, convérsalo. Tu vecino también lo siente, te lo aseguro. Siempre recuerda que el miedo es gasolina para avanzar y no veneno para sufrir.
Diego Anzola Chiappe